El fútbol es un deporte táctico que requiere de la interacción entre compañeros para conseguir la meta final: el gol. Esta afirmación evidente es olvidada a menudo por los entrenadores. El dominio de gestos técnicos o el desarrollo de la condición física no garantizan el éxito competitivo sin orden táctico. Por todo ello se supone fundamental trabajar en los entrenamientos a base de tareas que potencien estos tres factores unidos, además del aspecto psicológico, dando sentido al ejercicio en el marco que se pretende mejorar. 

De tal manera debemos distinguir los estilos de juego como pilar del juego que se pretende, desprendiendo de ellos unos principios inalterables que favorezcan el objetivo último en base a las características propias del estilo. Este trabajo pretende estudiar las características principales de los estilos de juego de ataque directo, mixto y combinativo como base para cimentar un modelo de juego que adapte los principios de estos estilos a las características de los jugadores. Para ello debemos atender a dos factores fundamentales en el juego: velocidad en la acción y toma de decisiones. Con base en estas características se proponen tareas que mejoren estos estilos con aproximación a la realidad competicional. 

Diferencias entre estilo y modelo de juego 

Resulta palmario aseverar que el fútbol está cada vez más igualado, la evolución es constante y se tiende, como requisito primordial, a no dejar nada a la improvisación. De esta manera, hemos establecido la necesidad de basar el juego de los equipos en un estilo que priorice unos principios básicos como líneas de nuestro juego. Por lo tanto, el estilo de juego marca unos principios inalterables que no podemos ignorar para conseguir el propósito del acto ofensivo. 

Según Tamarit (2007), el modelo de juego es una visión futura de lo que pretendemos que el equipo manifieste de forma regular en los diferentes momentos del juego. Siguiendo esta afirmación no encontramos diferencias esenciales entre el estilo y el modelo, pues en ambos la pretensión se acerca a conseguir un modo de actuación basado en unos parámetros que guían el juego. 

Para Amieiro, Oliveira, Barreto y Resende (2006), el modelo de juego es un complejo de referencias que son los principios de juego concebidos por el entrenador. Aquí si se descubre una distinción clara entre estilo y modelo. Por ser construidos por el entrenador, el modelo de juego hace referencia a particularidades en el jugar de un colectivo concreto. Además, Frade (2003) señala que el modelo nunca está acabado, porque el proceso cuando sucede crea indicadores para ser interpretados por quien lo dirige para estimular una mejor calidad. 

En definitiva encontramos una diferencia evidente en la voluntariedad entre estilo y modelo de juego. 

El estilo posee principios inalterables que conducen el jugar del colectivo basado en unas características comunes entre equipos, que se distinguen en su juego por los principios que voluntariamente establece el entrenador. El estilo de juego no es modificable, pues se construye sobre unos pilares inamovibles e indestructibles. Sin embargo, el modelo evoluciona en base a los jugadores, la realidad de la competencia y las circunstancias que, analizadas por el entrenador, provocan el desarrollo de distintos principios como herramientas para la mejora de la estructura. 

Al contener el modelo de juego todas las situaciones posibles que puede encontrar un equipo en competición, el entrenador no puede olvidar ninguno de los tres estilos, porque aunque el modelo priorice unos principios en base al jugar, debe considerar cualquier estilo, pues éstos, sin ser la base del juego ofensivo, pueden ser determinantes como recurso. 

Para Tenorio, Del Pino y Martínez (2008), existen multitud de circunstancias, algunas de ellas controlables y otras no, que pueden llevar a un equipo a la utilización de otro estilo en busca de una ventaja competitiva con respecto al adversario.

Factores determinantes en el juego 

Según Harre (1987), la velocidad es la capacidad condicional de realizar acciones motoras en el menor tiempo posible. Como indica Pol (2011), si nos adentramos en la bibliografía especializada e intentamos analizar qué es la velocidad, descubriremos una evolución en la definición de la misma.

Por lo tanto, se antoja necesario un cambio en su entrenamiento, ya que, como se ha demostrado, existen cambios en los factores que la condicionan.

La velocidad en el fútbol se asocia con la inteligencia en el juego. De nada sirve ser capaz de recorrer distancias en un tiempo muy corto si el jugador no es capaz de decidir y ejecutar con eficacia la acción que se le solicita. Por tanto se considera el factor decisional como otra variante que determina el jugar del equipo.

Como sugiere Pol (2011), no podemos plantear la toma de decisiones en el fútbol, ni por extensión su entrenamiento, ni como un proceso aislado del entorno complejo con el que interactúa el futbolista, ni como un simple proceso estímulo-respuesta. Siguiendo a Araújo (2005) citado por Pol (2011), el proceso de decisión-acción está influido por condicionantes que afectan a dicho ciclo y reducen el número de comportamientos posibles, condicionando en gran medida el proceso de entrenamiento y las tareas.

Condicionantes del deportista. Referidos a las características intrínsecas del deportista. Los grandes jugadores destacarán por adaptar sus patrones a las situaciones cambiantes del juego.

Condicionantes del entorno. Referencia a la interacción del jugador con lo que le rodea. Además del entorno físico, social y afectivo del deportista, se debe atender a la influencia de los propios compañeros, los rivales, así como el momento del juego y la situación del balón.

Condicionantes de la tarea. Se refieren a los propios de la tarea que desarrolla el jugador, con influencia de los elementos del juego (balón, terreno de juego, reglas, porterías) como condicionamientos específicos del fútbol.

Dado que el juego ofensivo del equipo viene marcado por el camino que va allanando el estilo de juego predominante, y que en el jugar, la velocidad en las acciones y el momento decisional son factores de determinación, no puede disociarse el entrenamiento respecto a estos parámetros, que sin duda marcan el éxito en los momentos importantes.

Estilos de juego ofensivos 

Cuando un entrenador se enfrenta al reto de dirigir un equipo ha de afrontar numerosas variables que debe organizar para conseguir éxito en la temporada. Sin duda el estilo de juego se torna de vital importancia en la construcción de una filosofía diseñada para ganar. A propósito Mourinho señala en A Bola que “el entrenamiento para mí sólo es bueno cuando se consigue operacionalizar aquello que es la idea clave, es decir, el entrenador tiene que encontrar ejercicios que lleven al equipo a hacer lo que se pretende en el juego”.

Por lo tanto estamos ante el principio del éxito. Para desarrollar tareas que presenten soluciones a los problemas en competición se debe establecer un estilo de juego sobre el que construir los principios del ataque.

Los estilos de juego presentan unas pautas generales que llegarán a la máxima concreción con el modelo de juego propio de cada equipo.

Para Mombaerts (1998), las posibilidades ofensivas se reparten entre “ataque colocado” (combinativo) y ataque rápido (contraataque). Esta apreciación puede resultar debatible si atendemos a la división de los momentos del fútbol en fases ofensivas y defensivas, y transiciones ante recuperación o pérdida de pelota. El contraataque quedaría enmarcado como una acción táctica ante el robo de balón aprovechando la transición defensa-ataque, y siempre supeditado a la colocación de los adversarios, pues como afirma Moreno, el contraataque se basa en sorprender al rival explotando los espacios libres que dejó al adelantarse. Esta relación desbanca por lo tanto el contraataque como estilo de juego ofensivo, pues siguiendo la definición que se ha dado sobre las características del estilo de un equipo no cumple sus requisitos. No obstante, este hecho no exime al entrenador de trabajar este momento como parte fundamental del jugar de su colectivo, pues en la actualidad los momentos de transición van a determinar en gran medida el éxito en la eficacia del equipo.

Según Huges (1990), existen dos filosofías de ataque: la posesión de balón y el ataque directo. De estas dos podemos deducir la existencia del ataque mixto, que contendrá aspectos de los anteriores. Los estilos contendrán particularidades que harán que el juego colectivo resalte un modo de juego claro, pero será el entrenador el que deba analizar que estilo es más acorde con las características de sus jugadores.

Para discernir las diferencias esenciales entre estilos vamos a analizarlos por separado atendiendo a los principios de juego predominantes y las zonas de juego.

– Ataque combinativo 

En este estilo el equipo lleva la iniciativa y el control del juego por medio de la conservación del balón. Se manifiesta equilibrio ofensivo y la progresión buscada se basa en pases de cortos y medios para intentar estirar al rival a lo ancho (amplitud) y largo (profundidad). El proceso ofensivo se manifiesta en torno a tres fases: iniciación, creación y finalización.

Lavandeira (2011), apunta que estas fases son la confirmación de la elaboración perseguida, y señala que “lo más importante será la conexión entre ellas, que determinará la efectividad del juego combinativo”.

Para el proceso de enseñanza de este estilo debemos dar prioridad a los gestos técnicos que los jugadores deben dominar en base a las características de este ataque, integrándolos en tareas que tengan por objeto la mejora de los principios de progresión, amplitud, profundidad, creación, ocupación y aprovechamiento de espacios libres, movilidad y ayudas permanentes.

– Ataque directo 

Tenorio, Del Pino y Martínez (2008) lo definen como “un estilo de ataque organizado, que exige también organización defensiva del rival, basada en cinco fases de la acción de juego: preparación del lanzamiento, lanzamiento, disputa, rechace y segunda jugada, pero donde tan sólo la fase de lanzamiento, debe ser considerada como imprescindible”.

Se busca la verticalidad (profundidad) de forma más concisa que la amplitud. Las acciones son más intensas y disputadas, pero la construcción, aunque más plana y sencilla, es más veloz.

Este estilo entraña menos riesgo de pérdida y contraataque del equipo rival, pues se desarrolla principalmente en la zona de finalización, ya que la progresión suele saltarse directamente la fase de creación. Este estilo exige a sus futbolistas buen desplazamiento de balón, dominio del juego aéreo, coberturas técnicas y percepción y anticipación para ganar y aprovechar la segunda jugada o el rechace.

– Ataque mixto 

Estilo de ataque que conlleva aspectos y momentos del ataque combinativo y del ataque directo. Se identifica por la progresión rápida hacia campo contrario e inicio del juego elaborado en zonas lejanas a la propia portería. Surge de la necesidad de asegurar que no haya pérdida en determinadas zonas del campo para elaborar sin riesgo en otras. Requiere elementos de los otros estilos, así como el dominio de todo el abanico técnico. Su entrenamiento debe estar basado en situaciones que conlleven múltiples variables que deban ser resueltas en función de los principios de juego de progresión, profundidad, amplitud y creación, ocupación y aprovechamiento de espacios libres.

Características de los ejercicios.

¿Por qué mejoran el estilo de juego? 

Para que las tareas que se proponen en los entrenamientos tengan transferencia al juego deben reunir una serie de especificaciones que adapten mi objetivo a la realidad del jugar que se pretende. Por ello, en estos ejercicios deben aparecer condicionantes de simulación a la competición, y se debe encuadrar el principio deseado en un marco ajustado a la competición. De esta manera conseguiremos que nuestros jugadores adapten sus condiciones físicas y técnicas a un jugar determinado, para que todos respondan del mismo modo ante distintas situaciones presentadas, primando el factor decisional y la velocidad en la acción de juego.

Es importante que en el diseño de nuestras tareas de entrenamiento tengamos en cuenta estas características, entendiendo que no existen dos equipos iguales, y que por lo tanto, debemos dar a nuestros ejercicios matices que enfaticen aquellos aspectos que se adecuan a los funcionamientos de nuestro juego sin olvidar los principios inalterables del estilo. Para diseñar las tareas se debe atender tanto a aspectos metodológicos como a los parámetros que definan el ejercicio.

La semana que viene os traeremos algunas tareas para que podáis aplicarlas a vuestros entrenamientos y así poder perfeccionar la fase ofensiva de vuestro equipo dependiendo de su estilo de juego.

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¡Un saludo y hasta la semana que viene!