Según la R.A.E. define derrota como la acción y efecto de derrotar o ser derrotado. Y  define derrotar como vencer o ganar enfrentamientos cotidianos. El origen del término se encuentra en el francés “déroute” y está vinculado a la fuga de un ejército.

La palabra derrota, muy utilizada actualmente en nuestro panorama nacional debido a la situación política y social por la que atraviesa nuestro país, ostenta varios usos en nuestro idioma, aunque sin duda, uno de los más extendidos es aquel que habla del vencimiento que padece alguien, un grupo, un equipo, entre otros, en una cuestión de disputa. Definición ésta muy válida para el ámbito deportivo en general, y para este artículo que nos ocupa en particular.

Conocemos la palabra derrota y todas las connotaciones negativas que ella conlleva. Incluso le colocamos un sabor amargo como si pudiéramos apreciar su gusto como si de un alimento se tratase… y es que la derrota lleva consigo un amplio repertorio de componentes físicos y mentales abordables desde el ámbito de la Psicología Deportiva. Además, en la actualidad, la prensa deportiva utiliza titulares e imágenes para ensañarse con futbolistas o equipos tras una derrota importante o impensable.

derrota

La derrota, al igual que la victoria, conlleva unas consecuencias o efectos positivos y negativos. En el polo positivo encontramos: aumento de la energía, capacidad de autocrítica, autovaloraciones reales en base a los hechos, motivación para el cambio en busca de soluciones y la búsqueda de posibilidades y opciones. En el polo negativo podemos encontrar: resignación, valoraciones negativas, pesimismo generalizado, indecisiones, apatía, conflictos en el equipo, etc.

De este modo, en aquellos jugadores o equipos en los que se manifiesten estos efectos negativos característicos de la derrota, se debe llevar a cabo una planificación o atención diferenciada, especialmente sobre la base de su personalidad o características psicológicas con la finalidad de conducirlo hacia una intervención guiada por el autoanálisis crítico, la correcta autovaloración personal y grupal, la autorregulación y gestión de los estados emocionales, pensamientos, actitudes y formas de actuación.

En estos casos, el entrenador y sus futbolistas, en la medida de lo posible ayudados por un profesional de la Psicología, deben comenzar un trabajo de aceptación y autocrítica que les lleve al análisis en profundidad de errores cometidos y las consecuentes opciones de mejora. Siempre desde un prisma de autocrítica pero fundamentado éste en una visión positiva y de mejora del futbolista y del equipo.

En palabras de Paulo Coelho, “un guerrero acepta la derrota como una derrota, sin intentar transformarla en victoria”. O en palabras de Pep Guardiola, “lo que hace crecer es la derrota”.

Una vez analizada la derrota, sus errores y los márgenes de mejora, existe un trabajo psicológico importante a nivel individual y grupal. Los aspectos técnicos-prácticos pasan a un segundo plano para otorgar el valor que se merecen a los aspectos psicológicos. Es el momento de mostrar la confianza en los jugadores, trabajar la motivación y la autoestima, reconociendo, valorando y reforzando siempre positivamente sus acciones. Enseñarles a tolerar la frustración ya que ésta también forma parte del deporte y como tal debemos saber gestionarla. Debemos ser fríos y aprender a tratar nuestros sentimientos y pensamientos, convertirnos en verdaderos expertos y gestores de nuestras emociones ya que éstas en numerosas ocasiones nos comprometen y nos perjudican. Inculcar la perseverancia, la casta, la ilusión por ser mejor cada día.

A continuación se expone de manera resumida aspectos recomendables a tener en cuenta por parte del entrenador a la hora de analizar la derrota:

  • El análisis de la derrota es preferible que no se lleve a cabo en el momento que ésta ocurre ya que nuestro discurso estará caracterizado por valoraciones y verbalizaciones inadecuadas. Nuestras opiniones serán expresadas con ira y enfado, y difícilmente podremos realizar una escucha activa y productiva de las opiniones de los demás ya que nuestra mente no estará disponible para ello. Por otra parte, el sentimiento de culpabilidad propio y ajeno también estará muy presente.
  • Es importante estimular en el grupo el autoanálisis crítico de cada uno de los componentes del equipo, esto favorecerá en gran medida la búsqueda de posibilidades y opciones de mejora.
  • El entrenador, como figura central y líder del grupo, debe ser capaz de realizar una autovaloración personal y grupal conjunta, asumiendo responsabilidades en el caso que sea necesario.
  • No permitir discusiones, conflictos ni que haya acusaciones de culpabilidad entre los componentes del equipo. Evitar en la medida de lo posible que se genere un clima hostil dentro del vestuario. Se aceptarán las críticas constructivas y siempre desde el respeto hacia los compañeros.
  • Elaborar, con la participación de todos los integrantes del grupo, un guión de soluciones y mejoras tras el análisis de los errores cometidos.
  • Inculcar el compromiso individual de cada uno de los jugadores y hacerlos partícipes tanto de los éxitos como de los fracasos. Son un equipo, no son individualidades.
  • Acabar siempre reforzando positivamente los comportamientos y acciones adecuadas del equipo. El reforzamiento positivo es el arma más poderosa para el mantenimiento de conductas adecuadas/deseadas.
  • Precisar metas comunes y alcanzables a corto y largo plazo. Fomento de la motivación.

Recordad siempre que tenemos la oportunidad de resarcirnos de esta derrota en el próximo partido…  Eso es lo bueno que nos brinda el fútbol.

ALMUDENA ALONSO @almudenaalonfe
Psicóloga Sanitaria 
 Máster en Intervención Psicológica y Máster en Neuropsicología Clínica