El progreso tiene como motivador el cambio. Pero el cambio tiene enemigos. En el caso de los entrenadores, son ineptos. “No hay nada nuevo en el fútbol, sólo cosas viejas que están olvidadas”, dijo Panzeri. Los entrenadores de hoy en día viven del control total de la situación del terreno de juego incorporando por encima de todos los aspectos y cualidades de sus propios futbolistas, la táctica y el trabajo físico. Yo pienso que cuando queremos controlar tantísimo las situaciones incontrolables, caóticas e imprevisibles que emergen del juego puro del fútbol a consecuencia de las mentes de los propios jugadores, lo que estamos haciendo es matar el propio juego y su esencia natural. “Cuando el talento emerge, nadie se lo espera”, señala Oscar Cano. Por eso, cuando aparece algo distinto a lo que concebimos, incomoda. Pasa con nuestros rivales y les pasa en sí mismos a los entrenadores que creen en algo pero lo confunden con tener el real conocimiento.

La auténtica esencia del juego se produce en un momento irrepetible que no pasará dos veces. Nunca volverá. Por ello, nadie puede influir sobre la pieza de la que surge, de esa mente, de esas intenciones por instinto. Nadie puede influir sobre el jugador. Hay muchos entrenadores de “sofá” y muchos “en general” que creen saber; incluso yo. El fútbol moderno de nuestros días, es la excusa perfecta para esconder las carencias que se ofrecen. Lo físico se impuso a lo técnico, lo individual a lo colectivo y el conservadurismo al atrevimiento. Soy de los que piensan que el juego robotizado procesado por un cúmulo de ideas dirigidas por una mente externa a la que controla el balón es aburrido y opaco, porque el fútbol no deja de ser un divertimento para los que lo ven y sobre todo para quienes lo juegan. Soy de los que piensan que el fútbol no se nutre de la organización y la planificación; sino de la espontaneidad, la incertidumbre, la imprevisibilidad y la sorpresa. Digamos que el fútbol se rige por una gran organización desorganizada. En eso se basa la única “táctica” real que hay. Esa “táctica” existe con un balón en los pies y un rival delante en un determinado momento del partido o en cualquier situación de juego.

Creemos y creen muchos entrenadores que se puede trabajar el “no perder”. Pues no, todo se decide el día del partido y en el momento; todo es espontaneidad. No hay modelos de juego, cada jugador es irrepetible a una excepción única en sí mismo de unas reglas que hemos “diseñado” para entender el fútbol que no existen. La experiencia no se crea, se experimenta, una y otra vez, sin reglas y sin modelos. Desde que un niño empieza a jugar al fútbol a una temprana edad, se debe dejar fluir el genio y el arte que lleva dentro por sí mismo. Los entrenadores somos los responsables de descubrir ese talento innato de los que juegan desde pequeños en fútbol base.

El mensaje que tenemos que transmitir como entrenadores no es dar respuestas, sino proponer soluciones. Como cita Juanma Lillo: “No se trata de lo que yo quiero sino de lo que ellos quieran. No tengo la intención de que jueguen a lo que soy, sino a lo que ellos son”. Los técnicos de fútbol deberíamos empezar a preocuparnos más por el “cuándo” en vez de por el “cómo”. El “cuándo” es lo que deberíamos desarrollar: dar las pistas, incitar, puntualizar, solucionar…etc. El “cómo” está en los pies y en la cabeza de los jugadores. Ellos solos, a sí mismos, se darán la respuesta mediante las vivencias con un balón, ya que éste es el único profesor de fútbol infalible.

En nuestro fútbol se busca una fórmula que no existe proponiendo automatismos que lo único que hacen es privar al jugador. Lo que me llama la atención al ver la televisión y leer y escuchar análisis futbolísticos, es la facilidad con la que se habla desde la ignorancia de conceptos inventados como por ejemplo: “tensión competitiva”. Resulta que, desgranando ese concepto significa algo así como: no dejar jugar al rival. Y, de nuevo, desgranando ese último concepto me doy cuenta de que, como plantean los periodizadores empedernidos y los tacticistas, tiene como resultado dar un baño táctico al rival, jugando con intensidad, sacrificio, trabajo y concentración. Que son algo indispensable en el fútbol, pero también se utilizan como ingredientes comunes de todos aquellos que esconden la mediocridad para no evidenciar sus carencias, utilizando la disciplina en detrimento del talento. ¿A esto le llamamos fútbol? Pues esto se enseña en muchas escuelas de fútbol base. Me resulta indignante y preocupante la supresión de ese talento que podríamos descubrir y despertar en un niño. He aquí el problema, pues no es otro que, como añade Ángel Cappa: “el entrenador tiene más protagonismo que el futbolista porque cada vez hay menos jugadores que sepan jugar al fútbol”.

El fútbol no esconde secretos. Y es que lo único que equilibra en su totalidad a un equipo y desequilibra al rival, es jugar bien. Así de sencillo. Sin milongas de técnicos que quieren aparentar que saben de más, con una sobre-ortodoxia que no hace falta. ¿La táctica, la estrategia y la forma física dictaminan la forma de jugar de un equipo? Pues yo les digo que si no hay un estilo de juego y empatía entre los jugadores para jugar bien el balón, no hay táctica que salve del fracaso. No hay milagros. Y la mayoría de los equipos dependen de ella bajo un pretexto equívoco del entrenador. El fútbol es de quienes lo juegan. “Se puede ganar jugando mal, se puede perder jugando bien y sobre todo jugando mal, pero nunca se puede perder por jugar bien” proclamó Juanma Lillo sabiamente…

JESUS MARTOS TORRALVO @jesuSmt92
Granada
Entrenador de fútbol base y Técnico Superior en actividades físico-deportivas