En TresCuatroTres nos encanta colaborar con otras páginas, conocer nuevos puntos de vista con los que disfrutar de nuestro pasatiempo favorito: el fútbol, y a la vez, enriquecer nuestra propia página gracias a recibir diferentes sensibilidades. Acercarnos a “Fútbol en Positivo” nos obliga a ser fieles al espíritu de la página y despojarnos del fango que envilece este noble deporte para recuperar la esencia, lo que nos enamoró en nuestra infancia, la fascinación por el balón, los buenos ratos con amigos, más allá de que fueran compañeros o rivales.
Por ello, sin pensar en que el fútbol profesional esté dañado por los mangoneos de su máximo organismo rector, los amaños, las polémicas del día a día o el falso cariño por escudos que solo sirven para tapar el amor por las carteras plagadas de billetes, hemos decidido traer una historia de cómo una amistad puede surgir en el momento y lugar más inesperado. Este es el caso de Filipe Luis y Gorka Iraizoz.
El 23 de Enero de 2010, se disputaba en Riazor el último partido de la primera vuelta entre Deportivo de La Coruña y Athletic Club de Bilbao. Galopaba por la banda izquierda de los blanquiazules un joven y delgado lateral brasileño de melena dorada que, con 24 años y en su cuarta temporada en el club, estaba deslumbrando a los equipos más importantes y apuntaba a la lista brasileña para el Mundial de Sudáfrica. Filipe Luis era, de largo, el futbolista más en forma de aquel Deportivo de La Coruña, y estaba cerrando su fenomenal primera mitad de la temporada con otra actuación plena de fuerza, velocidad y capacidad de progresión por su carril.
A los tres minutos de empezar el segundo tiempo, con empate a cero en el marcador, Pablo Álvarez recuperaba un balón en el centro del campo, combinaba con Filipe, que llegaba a línea de fondo a pesar de la oposición defensiva y buscaba el pase atrás al mismo compañero. Su chut en semifallo es cazado por Bodipo en el segundo palo. El delantero guineano en un escorzo ejecuta un cabezazo parabólico que supera a Gorka Iraizoz.
El meta navarro, con la vista fija en el balón, se lanza hacia atrás para cazarlo. Mientras, en carrera, Filipe Luis busca el lugar donde ese balón caerá para enviarlo a la red con un suave toque de su pie izquierdo. En el mismo momento en el que el lateral brasileño impacta con el balón, sin tiempo para celebrar el tanto anotado, el corpachón de Gorka cae a plomo sobre la pierna derecha, en funciones de apoyo, del esbelto lateral.
Cuando sus compañeros corren a felicitarle, se encuentran a Filipe dolorido y nervioso, consciente de la gravedad de su lesión y agarrado a Gorka, su involuntario verdugo, que trata de calmarle.
Aquella misma noche, fue operado de una fractura de peroné con luxación de tobillo en el Hospital USP Santa Teresa. De vuelta a la habitación, se encontró con la visita de Gorka Iraizoz, quien tras el partido había decidido acercarse al hospital a interesarse por el rival deportivo, aunque compañero de profesión, a quien desgraciada y fortuitamente había lesionado.
El propio portero declaró al día siguiente que Filipe mostró la entereza suficiente no solo para perdonarle, sino incluso para animarle y bromear con él. “En cuatro meses te voy a marcar otro gol”, fue el mensaje que le lanzó el lateral. Cero reproches de un profesional que veía frenada su progresión en el momento más dulce de su carrera deportiva, con el Mundial a las puertas y varios equipos grandes siguiendo sus pasos.
Gorka tan solo encontró perdón y comprensión en Filipe, lo cual seguramente le animó a continuar en contacto permanente con él, a estar atento al estado de su recuperación. Cuando el deportivista volvió al trabajo con su equipo, allá por el mes de Abril, agradeció esta atención al navarro. “Con esta lesión he ganado un amigo”, sentenció.
Finalmente, el duro trabajo de recuperación de Filipe Luis hizo que pudiera jugar las dos últimas jornadas de aquella Liga (solo tres meses y medio parado, algo impensable para los doctores en el momento de la lesión). Aunque esto no hizo que Dunga contara con él para la lista del Mundial, al menos sí permitió que, en San Mamés, un Filipe Luis vestido de corto y como titular, pudiera abrazarse con Gorka Iraizoz, aquel día suplente, y sellar una amistad nacida del peor momento que un futbolista puede imaginar, una lesión grave.
La actitud positiva de ambos fue reconocida por el diario Marca con la entrega del Premio al Juego Limpio Puerta – Jarque al final de aquella temporada y, según algunos facultativos, fue clave en la rápida e impecable recuperación de Filipe. Valga este ejemplo como demostración de que los valores positivos tienen no solo un espacio, sino una repercusión beneficiosa, en la práctica deportiva.
Artículo cedido por TresCuatroTres
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